lunes, 30 de septiembre de 2013

Caprichos del destino

Este poema lo escribí hace tiempo a un hombre que quiso ser lo que no pudo.
Ni yo ni nadie podríamos presagiar que me convertiría en Mar.
Hoy estas palabras recobran todo su sentido y son más actuales que nunca.  Espero que os gusten.

Mar en calma viento estable
no me juzgues, no me apartes.

Zarandeado en cubierta el mar sube, el viento apremia,
el aire me moja, el agua me seca,
ven a mi lado o déjame quieta.

No te involucres, Dios no lo quiera.
Mar en calma, déjame en tierra.



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